Están
las personas que se preocupan y también aquellas que lo hacen por demás. La
diferencia entre unas y otras es abismal: mientras que para las primeras es
parte de un proceso natural y hasta estratégico, las segundas lo viven como un
trastorno que -tarde o temprano- suele derivar en una consulta psicológica.
Las dificultades
para llegar a fin de mes, la incertidumbre laboral y hasta la inseguridad que se sufre en
todo el país son el caldo de cultivo de este problema que sufren cada vez más
argentinos e, incluso, a edades más
tempranas.
"De los trastornos de ansiedad, el vinculado con la preocupación excesiva, por motivos que aún no tenemos del
todo claro,
registra un importante aumento en las consultas", asegura Daniel Bogiaizian, presidente de la Asociación
Argentina de Trastornos por Ansiedad y director del Área Psicoterapéutica de la
Asociación Ayuda para el Tratamiento y Prevención de los Trastornos de
Ansiedad.
Según confirma el especialista y autor del libro "Preocuparse
de más" (editorial Lumen), "antes nos consultaban principalmente por trastornos de pánico, pero ahora se están incrementando las visitas por problemas asociados a la preocupación excesiva".
Esta última, explica, se nutre de todo aquello relacionado con la incertidumbre. Las personas que sufren dicha
perturbación manifiestan un alto grado de intolerancia a los contextos o
situaciones inciertas.
A grandes rasgos, los individuos que padecen de sobrepreocupación
son aquellos que terminan
sufriendo las consecuencias de preocuparse.
"La preocupación es un proceso
habitual, normal y estratégico, que nos sirve para confrontar
con situaciones problemáticas y tratar de prevenirlas. Sin embargo, el grado de
impacto que eso tiene en nosotros es diferente. Mientras algunas personas
logran desconectarse de la preocupación, otras continúan enganchadas. Y es, en
este último caso, donde hablamos de sobrepreocupación, en la dificultad para controlarla", explica.
El trabajo, ese lugar donde todo empieza...
La sobrepreocupación laboral es un "clásico", enfatiza Bogiaizian. De hecho, los primeros síntomas se ven en esta área.
La sobrepreocupación laboral es un "clásico", enfatiza Bogiaizian. De hecho, los primeros síntomas se ven en esta área.
A los consultorios de los profesionales, los afectados llegan tras
percibir las primeras
dificultades en su trabajo. En la mayoría de los casos, aducen
no sentirse tan efectivos.
En diálogo con iProfesional, el presidente de la Asociación
Argentina de Trastornos por Ansiedad hace hincapié en que sus pacientes son cada vez más jóvenes.
"Antes rondaban los 40 años pero ahora tenemos casos de 25 y 30 años con este perfil. Son personas de corta edad que ya
empiezan a sufrir los efectos de la preocupación excesiva. Ya están insertas en
el mercado laboral, son profesionales", detalla.
Más allá de esto, el problema sigue vigente entre los jefes y los mandos medios que lideran equipos de trabajo.
"Quienes nos consultan suelen ser personas con muchas responsabilidades. Ellos están más expuestos a
padecer preocupación excesiva, son más vulnerables porque también es más
difícil controlarse", comenta el especialista.
Sin embargo, la culpa o
responsabilidad no es de las empresas, aclara el experto. En
palabras de Bogiaizian, "las compañías hacen su parte pero son las
personas las que no logramos encontrar el punto adecuado de preocupación".
"Las organizaciones tienen un manejo impersonal. Los niveles
de exigencia son esperables porque ¿quién no quiere vender más u obtener
mejores resultados? El tema pasa por cómo cada
individuo absorbe ese requerimiento, aquí es donde se puede generar
el desajuste", explica.
Incluso, los que están afectados por este trastorno es porque
poseen personalidades muy autoexigentes, cuya
performance suele ser más alta de lo esperable.
Las consecuencias
Los síntomas están ligados a la tensión, y son tanto físicos como psíquicos.
Los síntomas están ligados a la tensión, y son tanto físicos como psíquicos.
Por ejemplo, los primeros pueden ser fatigas, contracturas,
dolores de cabeza, mareos, problemas gastrointestinales y afecciones
cardiorrespiratorias como taquicardia, entre tantos otros.
También son muy comunes los ataques de miedo, no poder dormir o no lograr un descanso reparatorio.
"Se despiertan varias veces durante la noche. O no pueden
reanudar el sueño cuando se interrumpe porque empiezan a
pensar en aquellas cosas que les quedaron colgadas y lo que tienen que confrontar al día
siguiente. Acá aparece la idea de que durante la noche va a solucionar o
mejorar las cosas para el otro día", enfatiza el autor de
"Preocuparse demás".
Y eso sucede porque en este perfil hay muchas creencias positivas asociadas a la preocupación,
es decir, la miran con buenos ojos porque quizá en algún momento les ayudó a
sortear una situación compleja o porque creen que así van a poder confrontar
mejor los problemas y que van a sufrir menos.
Entonces, explica Bogiaizian, todas esas creencias positivas acerca de la preocupación, en lugar de operar para frenar el proceso, lo perpetúan.
Las conductas exacerbadas
Este trastorno se traduce en "maniobras" tales como, por ejemplo, sobreprepararse para un examen por sentir que no se sabe, que no se va a aprobar. O bien, conductas de sobrechequeo, es decir, revisar excesivamente las cosas por temor a cometer un error.
Este trastorno se traduce en "maniobras" tales como, por ejemplo, sobreprepararse para un examen por sentir que no se sabe, que no se va a aprobar. O bien, conductas de sobrechequeo, es decir, revisar excesivamente las cosas por temor a cometer un error.
También se observa en controles
médicos muy frecuentes, miedos
acerca del estado de salud de las personas queridas o la sobreutilización de los celulares
y mensajeros para
comprobar que el entorno se encuentre normal.
"Un clásico son los llamados a las cuatro de la madrugada al
celular de la hija que se fue a bailar. Si no responde, estas personalidades ya
lo viven como la confirmación de una catástrofe porque cuando la preocupación se transforma en un problema se nutre de
pensamientos negativos", ejemplifica el experto.
Al principio pasa desapercibido. Este trastorno, incluso, puede evolucionar durante varios años.
En un primer momento no se siente, pero a la larga se van
sufriendo los efectos nocivos. "Pierden, por ejemplo, capacidad de concentración. Se quieren dedicar a algún aspecto
vinculado al trabajo pero permanentemente aparecen pensamientos que bombardean
con algo vinculado al área de la salud o al bienestar de su familia", ilustra.
Los afectados llegan a la consulta con un especialista sintiéndose
al borde del descontrol,
con la sensación que no pueden parar.
Por lo tanto, para que el tratamiento sea exitoso, además de sesiones de psicoterapia -cognitivo comportamental- o incluso la farmacoterapia, es clave la escucha y contención familiar.
Por lo tanto, para que el tratamiento sea exitoso, además de sesiones de psicoterapia -cognitivo comportamental- o incluso la farmacoterapia, es clave la escucha y contención familiar.
Fuente: iProfesional
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